domingo, 8 de marzo de 2015

El jardin del Lobo part 3 "Los demonios internos"

Al tomar conciencia, lo primero que pudo percibir fue el olor de su habitación, pues ella misma plantaba menta en sus ventanas para que en las tardes al correr el viento, el olor se esparciera por toda el lugar. Aun no recordaba nada solo sentía confusión y un poco de dolor en su espalda,  pero aun así por primera vez en mucho tiempo se sentía tranquila, su momentáneo seño fue el más placentero que pudiera recordar. No se animaba a abrir los ojos, sabía que Tomas estaba a su lado, y que alguien más caminaba por la habitación, podía sentirlo. Quería evitar las molestas preguntas sobre lo ocurrido, no podía explicarles lo que veía porque hasta ella misma no tenía la certeza de que fuera real, si alguien descubriera sobre sus alucinaciones, podría terminar el resto de su vida en un manicomio.

-Sé que estas despierta hermanita- Dijo Tomas susurrándole al oído
Isabel abrió los ojos y le sonrió.
-¿Estás bien?
-Sí, estoy bien me duele un poco la espalda pero no es nada, ¿qué paso?-Pregunto fingiendo incertidumbre.
-Bueno, la verdad no sé bien cómo sucedieron las cosas, pero lo que pude presenciar fue tus fuertes alaridos, ¡parecía como si hubieses visto un demonio! Comenzaste a alejarte de la mesa y de pronto te desplomaste en el sueño. Papá te trajo hasta aquí, dijo que habías tenido una crisis de ansiedad, el doctor vino de inmediato a verte; tardando menos de  cinco minutos contigo salió y simplemente dijo que estabas en perfectas condiciones,  que solo necesitas descansar. ¿Y adivina quién decidió quedarse contigo un rato?
-A ver, déjame pensar, ¡mi hermoso hermano Tom y el bello Lucas!-Dijo sonriente, mientras estiraba sus brazos para abrazar a Tomas.
-Sí, ¡yo!, pero Lucas no está aquí- le corrigió
-¿Ah no?, entonces, ¿quién está contigo?-dijo mientras hacia un esfuerzo para sentarse en su cama.
-Nadie, he estado aquí por horas, solo tú y yo-dijo con insatisfacción a ver la reacción de Isabel. ¿Por qué?, ¿esperabas a Lucas también?
-No, no, es solo que pensé que estabas con alguien más-dijo preocupada mientras se levantaba de la cama y observaba  la habitación buscando esa presencia. Debe ser producto de sueño que aún tengo. No te preocupes, me tomare una ducha, hermoso, puedes irte, estaré bien.
-Perfecto, hermanita-pronunció antes de darle un beso en la mejilla y salir de su habitación.

Al cerrar la puerta del cuarto de Isabel, sintió alivio, esa como si descansase de algún tipo de estrés o miedo propias de aquella habitación, no era usual que Tomas se acercara  al cuarto de Isabel, incluso no recordaba al última vez que piso aquel lugar de la Mansión.

Caminó por el pasillo oscuro que separaba el cuarto de Isabel de la escalera y descendió al segundo piso, recorrió un pequeño puente que conectaba la Misión con la torre tres, aquel puente era tan viejo que al pasar, se escuchaban como la madera se quebrantaba pero aún así no se dignaba a caer.
Justo al atravesar el puente, una enorme puerta de roble se alzaba delante de él, en ella estaban talladas figuras históricas de la Milicia del reino, el ejército real y sus héroes estaban esculpidos a la perfección en aquella puerta majestuosa. Al abrirla, se encontraba con un centro de  comando, antiguamente aquella habitación había servido de Estudio de Guerra para “El Lobo”, era el lugar donde él y la cúpula militar discutían los pasos a seguir en los enfrentamientos, donde se planeaba las acciones  y se tomaban decisiones. Lucas y Tomas se apropiaron del lugar y la transformaron en su habitación.

Recorrió treinta pasos antes de llegar a su cama, se tiró en ella boca abajo y se quedó ahí inmóvil, pensado sobre lo que su madre la había dicho en el desayuno.
-Por fin llegas hermanito-dijo Lucas con tranquilidad mientras salía del baño. Pensé que te ibas a tardar más. ¿Cómo sigue Isabel?
-Bien, despertó hace unos minutos, no recuerda nada al perecer, pero la vi con buen semblante-contestó con desgano.
-¿Te pasa algo?-pregunto Lucas con curiosidad
-Sí, estoy muy preocupado-respondió
-Si es por la princesa Lorena no  debes preocuparte, sabes que la vida de rey nos sentaría bien a cualquiera de los dos-dijo dándole ánimos.
-Eso también me preocupa, pero es nuestra madre la que tiene mi atención en este momento- dijo sin levantar la cabeza. Esta mañana se acercó a mi diciéndome que lo mejor era casar con la princesa Lorena así corregía algunas “conductas”.
-¿Crees que tenga conocimiento de algo?-preguntó Lucas son evidente preocupación.
-No sé, es muy confuso todo, puede hablar de ello, como puede estar hablando de otra cosa. ¿Pero que es la otra cosa?, ¿Qué puede saber ella?, ¿Cómo puede enterarse de algo así?, apenas la vemos en las mañanas-Replicó Tomas con impaciencia.
-Bueno, no ganamos nada con alterarnos ahora-contestó cortante. Lo mejor que podemos hacer ahora es esperar.

Lucas se dirigió a su cama y se tiró boca arriba, el silencio se apodero del lugar durante unos minutos, miró al techo y despejó sus preocupaciones.

-No quiero ir hoy al hipódromo-Dijo Lucas desde su cama.
-Yo tampoco, pero es nuestro deber, tenemos carrera esta tarde y Lois nos espera-dijo Tomas mientras se levantaba de su cama y comenzaba a caminar hasta donde su hermano reposaba.
-Tienes razón pero creo no habrá problema en que leguemos un tanto más tarde que de costumbre-Propuso Lucas mientras le sonreía a su hermano. No creo que le moleste, somos campeones, nunca salimos del podio.
-Está bien-confirmó Tomas. Hazme un espacio a tu lado.
-¿Crees que lo sabe?-Pregunto Lucas
-No sé, no hay forma de que lo sepa, creo que tienes razón, no vale la pena pensar en ello a ahora-Respondió.
-Dejemos de pensar en ello, mejor…-dijo Tomas mientras se levantaba y se sentaba frente a Lucas en su cama.
-No creo que sea buen momento-dijo Lucas mientras se miraban fijamente.
Con sus manos Tomas comenzaba a repasar cada curvatura, cada uno de los músculos perfectamente tallados de su hermano mientras le sostenía la mirada, disfrutaba sentir su calor y su consentimiento en el proceso, le encantaba la idea de volverse loco por un instante y disfrutar de lo prohibido, amaba cada segundo en la intimidad con su hermano. Amaba a su hermano. Se sentía como un delincuente, un loco despreciable que donde fuese descubierto, no tendría lugar alguno donde esconder su vergüenza, pero también sabía que su desorden mental no solo le pertenecía a él, también Lucas disfrutaba de la locura y de la desvergüenza. Saboreaba cada rincón de su cuerpo con una pasión única, desenfrenadamente, se tocaban entre sí. Adoraba el olor de su masculinidad, era como amarse a sí mismo, era como hacer el amor con su propia persona, era único. Mientras  sufría un dolor que era directamente proporcionar a su placer y su locura. Era su secreto, un secreto de dos, de sangre y del corazón, era su mundo sin razón, era su vida perdida por un instante de irrenunciable placer que les abría las puertas del infierno y que unidos en un solo cuerpo atravesaban si pudor.

Amry se paseaba por el Camino del Rey con un absoluto sentimiento de desconcierto,  después del fracaso que había sido su desayuno, solo le restaba un poco de tranquilidad en el lugar más lindo de la casa. Ella era nueva en la casa, su marido era el dueño de la antigua mansión por linaje, había accedido a casarse con él por salir de la pobreza, salir del bajo reino al que estaba condenada a vivir. Si bien su conciencia le recordaba constante mente que el destino no es evadible, sabía desde el primer momento en que cruzo la puerta principal como dueña y señora de la casa que ese lugar seria suyo y podría ser todo lo que quisiera en su vida sin que la vida se lo negara jamás, y haría hasta lo imposible para burlarse del destino en…
-Ya la ha visto el médico oficial-le interrumpió John con más tranquilidad.
-Que bien-respondió sin mayor emoción mientras continuaba mirando las flores a su alrededor que ya comenzaban a marchitarse por la llegada del invierno.
-¿Pasa algo?-Pregunto asombrado ante la falta de preocupación de  su esposa.
-No, todo está en orden-respondió esbozando una sonrisa. ¡Ah,  mira! es una rosa amarilla, se ven muy pocas por esta época, de hecho, podría asegurar que es muy raro que se ve una en esta época.
-¡No me importa tu maldita rosa!-le respondió con agresividad. Tu hija acaba de sufrir un ataque de ansiedad que la ha dejado inconsciente y a ti no te importa en lo absoluto.
-Me preocupo por lo verdaderamente importante- respondió serena.
-¿A caso hay algo más importante que tu hija?-le replico aún más enojado.
-Nuestra vida cambia más rápido que el clima, el frio invierno no es nada comparable con la gélida compañía que camina en nuestra casa-dijo con asombro mientras levantaba la rosa amarilla que dejante de ella y de John se marchitaba sin explicación y se deshojaba con facilidad con el viento.
 -Creo que tú también necesitas descansar…-dijo mientras se alejaba de ella por el Camino del Rey, hacia la puerta principal.

El día en la casa había transcurrido con total normalidad, cada uno de los integrantes de la familia se dedicaron a sus tareas normales y cotidianas. Llegaba la noche y la familia se encontraba en la mesa de nuevo, esta vez ninguno cruzo palabra alguna con nadie. Un silencio sepulcral invadía el comedor, mientras las empleadas traían y llevaban más comida. Terminada la cena cada uno regreso a su habitación con total normalidad.

Isabel estaba nerviosa, su día había sido fatal, sentía miedo de dormir sola pero no tenía opción, no podía demostrar su inestabilidad emocional, ella sabía que su madre usaría cualquier pretexto para  sacarla de la casa. Cambio su vestuario por, aunque aquella noche comenzaba a helar, ella sentía calor en su habitación. Su cama esta revestidas por sabanas y tendidos del Fuerte del norte, no existía mejor tela que la elaborada en ese lugar y adquirirla era sumamente difícil pues El Renio llevaba ya más de cien años en enemistad con  los reyes del Fuerte del Norte. Prefirió desnudar su cuerpo por completo y dormir lo más relajada posible. Se recostó en su cama y puso su gruesa sabana cubriéndola completamente hasta sus labios, solo sus ojos estaban descubiertos tratando de observar el fondo  de su habitación con detenimiento, sintió tranquilidad instantánea al saber que todo estaba en orden, que nada se movía solo y nada extraño pasaba a su alrededor. Su cansancio tomo protagonismo y quedo dormida al instante.

John estaba listo para ir a la cama, estaba  el baño de su habitación mientras su esposa dormía profundamente, cuidaba de sus dientes mientras preparaba su tina para un baño de inmersión, mientras cepillaba sus diente se observaba en el espejo, su cara de agotamiento era evidente, se encogió un poco para juagar su boca con agua y al levantarse se encontró a Jenna reflejada en su espejo. Jenna era una empleada nueva en la cocina, llevaba tres semanas en el puesto y era la prefería de John, una mujer despampánate, era una mujer hermosa, aun a su edad John se recargaba de hormonas al verla, y aún más porque sabía de qué estaba hecha. Jenna gano su empleo con un poco de diversión con el señor de la casa, dejándolo tan loco que hasta le encargo la jefatura de la cocina.
-¿Qué haces aquí?, ¿Cómo entraste?, ¡Mi esposa está durmiendo justo aquí!, si nos encuentra nos va a matar a los dos juntos-dijo con evidente preocupación pero a su vez también deseaba su presencia mucho más que la de su mujer.
Jenna lo miro fijamente, sus ojos era dos perlas oscuras, eran obras de arte. Le sonrió perspicazmente y comenzó a desvestirse frente a el sin pronunciar ni una sola palabra.
John en medio de su preocupación no pudo esconder la emoción que sentía, la adrenalina invadía su cuerpo y una erección se hizo presente.

Jenna seguía sonriendo, ya completamente denuda caminó por el cuarto hasta la puerta, mientas hacía señas a John para que la siguiera, John sin pensar la siguió, estaba hipnotizado, su razonamiento era mínimo, sus deseos lo invadían y sus fantasías lo abordaban. La siguió por todo el corredor hasta la escalera, seguía decencia tan  rápida y silenciosamente como podía detrás de ella mientras se desnudaba por completo y comenzaba a tocarse.
-¡Eres traviesa!, ¡me enloqueces mujer!, ¡no me hagas esperar más!- decía sin con el sexo en su mente.

Ella no contesto, solo seguía caminado, deslizándose de escalera en escalera, de corredor en corredor, parecía un juego de persecución y que a John le resultaba más que excitante. No se daba cuenta de cuánto recorría, ni donde estaba, su calor le hacía perder el conocimiento, estaba en otro mundo. Finalmente Jenna entro en una habitación se dejo caer sobre la cama mientras pasaba sus manos alrededor de su cuerpo mientras John no podía aguantar más, se abalanzó sobre la bella mujer acariciándola y tocando sus partes más intimas mientras ella comenzaba a manifestar resistencia.
-¿Te gusta jugar verdad?-dijo John en tono sarcástico  mientras le agarraba ambas manos a  mujer y con fuerza los extendía quedando en el sobre su cuerpo.

Por u momento todo quedo en silencio, su mente se vaciaba poco a poco, el tiempo se detenía y todo a su alrededor se sentía en cámara lenta. La mujer lo miraba con deseo, recorría con sus delicadas manos el marcado pecho de John, pasando por sus abdominales, terminando en su pene erecto, le generaba placer cada toque aun en su estado de inconsciencia, se desconectaba del mundo lentamente, pero su fuerza y su deseo seguían intactos, se convertía en un animal. Sentía su cuerpo crecer en desproporción y con él su necesidad de placer, de satisfacer, quería entrar en el interior de la mujer, su mirada se modificaba, su masculinidad inundaba la habitación. Entro en ella salvajemente, tapando su boca para evitar el molesto ruido de sus gemidos, no podía meterse, en su interior sabía que no era el pero aprobaba el sentimiento, era su demonio, era su personalidad, era su realidad la que habitaba su cuerpo en ese momento, se sentía pleno consigo mismo mientras aprisionaba a la joven contra la cama, blandiéndola y penetrando su virilidad tan profundamente como su sentir en aquel momento.

Jenna dejo de gemir, comenzó a tratar de detenerlo pero él no respondía a sus quejas, intentaba zafar sus manos de las de él, pero la fuerza de John era monstruosa. Había perdido su humanidad, había perdido su conciencia, pero sabía y controlaba sus actos. Era en ese momento un animal con el instinto innegable e insaciable de sentir placer. El llanto de Jenna no se hizo esperar, se sumía en la desesperación y entraba en el área del dolor, mientras el inundaba el hundimiento de la cama con su  transpiración. El la agarraba más fuerte cada vez que ella trataba de forcejear, su brutalidad se acrecentaba, volteándola, golpeándola. John se satisfacía sin importar el sentir de Jenna, y después de tocar el cielo con las manos en un orgasmo prolongado John se levanto de la cama, permitiendo que esta regresara a su forma ideal, y sin siquiera pronunciar una sola palabra y sin manifestar ningún gesto, camino hacia la ventana, su cuerpo  estaba parcialmente iluminado por la luna mostrando como aquella deformidad física  se disolvía con la luz celeste y regresaba su a su estado original. El alma y la conciencia fuertemente reprimida por sus más grandes demonios regresaban y dominaban los campos perdidos por aquella hora de salvajes instintos. El placer que invadía su cuerpo ara mayor que cualquier sentimiento ordinario, se liberaba de la represión mantenida en la cotidianidad, su orgasmo había sido tan intenso que aun le nublaba la vista. Pasaron unos minutos hasta que por fin John volvía a ser el mismo, cuando su erección se había disipado y su visión aclarado, pudo comprender que había tocado el infierno con las manos.

John se fijaba con mucha atención en cada detalle del lugar en donde todo había sucedido, sentía miedo ante aquel pedazo lúgubre de su mansión pero aun así le producía la satisfacción de saber que por más antigua y descuidada, esa mansión seguía siendo su casa. Viro velozmente acordándose de la mujer a con la que acababa de complacer sus más bajos instintos, al observar la escena quedo atónito, sin siquiera poder respirar, se acerco lentamente a la mujer que yacía desparramada en la enorme cama con las piernas abiertas de donde provenía el inmenso color rojo y el olor a muerte que la rodeaba, su belleza se había esfumado como su vida, se había convertido en un tempano de hielo inmóvil. Desesperado y entre lágrimas John trataba de asimilar lo que sus ojos estaban viendo, su desesperación aumentaba con el paso de los segundos mientras en la habitación reposaba de nuevo el silencio sepulcral pero esta vez dándole bienvenida a la muerte, la temperatura descendía y en la mente de John solo cabía el sentimiento de culpa mezclándose con el desagrado producido por el cadáver de la mujer quien reposaba con la mirada perdida.
Salió de la habitación con mucho apuro buscando alguna sabana lo suficientemente grande como para poder envolver el cadáver, caminaba apurado pero con la mayor precaución posible para no hacer ningún ruido, atravesando al espectral oscuridad de la casa que a esas horas de la madrugada solo era incursionada por la luz de la luna. Su recorrido se hacía eterno, subió hasta el último piso de la casa donde estaba la habitación de la servidumbre que ya se encontraba en desuso. Agarro de golpe la gran sabana de color dorado que recubría la queen de la antigua habitación y corrió por las escaleras hacia el fatídico lugar, bajaba las escaleras y parecía no llegar a un piso concreto, lo cual atribuyó a su imaginación y nerviosismo, pero pasados unos minutos acepto que se había perdido en la penumbra de su propia casa, de su propio espacio, había perdido si integridad y su valor entre muchas otras cosas. Comprendió por primera vez en su vida que no podía controlarlo todo, que su situación estaba fuera de órbita y que si encontraban rastros de aquella mujer podría morir ante todo el Reino.

Se encontraba completamente desubicado, en el espacio, en el tiempo, en su mente, tenía una legión dentro de sí, John descubrió su nueva identidad. Justo ante él se dibujaba la gran puerta que daba la entrada al lugar donde yacía su mayor pecado. Al entrar al lugar, cubrió con rapidez los rastros de del horror cometido y envolviendo el cuerpo en las sabanas, procurando sacar la mayor cantidad de mancha posible de su cama. Con fuerza, la levantó de la cama y en hombros la llevo con mucha suavidad fuera de la habitación, descendió nuevamente por las escaleras hasta llegar al piso principal, procuro abrir la puerta de entrada de la Mansión con la mayor precaución posible para evitar ruido mientras sus nervios le jugaban malas pasadas con el cuerpo de la joven. La arrastro por toco el Camino del Rey, sintiendo un frio exagerado para aquella noche de otoño.

Recorrer aquel camino le supuso un reto, la interiorización de la idea de que a partir de ese momento era un prófugo de la verdad, un desconocido asesino le taladraba la cabeza, a tal punto que soltó a la mujer sobre el piso de madera y la arrastro de las piernas  hasta llegar a la a la parte trasera del camino. Su firme de decisión de esconder el cadáver de aquella mujer en el mausoleo familiar era irrefutable, apresurándose pues a deshacerse de la seguridad que clausuraba la enorme y pesaba puerta de mausoleo, rompió las cadenas y los candados que sellaban aquella entrada. Al abrir tan solo un poco pudo sentir el olor a muerde de aquel lugar que por incontables años había permanecido cerrado, y aunque no nunca fue una persona de fe en lo metafísico conocía a la perfección los mitos que rodeaban aquel laberinto. No era capaz, su cobardía lo restringía, el aire vano y gélido que emitía el interior del lugar le paralizaba las piernas. Decidió ante la insistencia de su conciencia y de su instinto arrojar con fuerza a la mujer dentro del lugar, y volver a sellarlo para siempre donde nadie se atreviera a ingresar y descubrir su secreto. Pero sabía también que el mal había iniciado su carrera y que había vuelto a elegir,  todo esto no terminaría ahí. Su positivismo le organizaba los pensamientos y lo alejaba nuevamente de aquellos mitos que destruían su sistema nervioso. Pero su conciencia no desistía de la idea de que el mal estaba con su familia nuevamente, solo restaba esperar.