martes, 10 de mayo de 2016

Como una flor en el Desierto.

Caminaba lenta y atentamente a todo lo que me rodeaba en ese momento. La Plaza de Bolívar, un lugar muy extraño, es quizás el lugar mas importante de toda la nación, una plaza hermosa, un lugar cultural e histórico, pero también de dolor y terror. Un cuadrado perfecto donde en cada uno de sus lados se erguían edificaciones antiguas y hermosas. El sol iluminaba las fachadas habanas de aquellas arquitecturas prolijas y el viento fresco rozaba mi rostro enrojeciendo mis mejillas. 

Estaba maravillado, feliz de estar en ese lugar. Mi mirada se centraba en el Palacio de justicia, un lugar visualmente hermoso pero con una historia terrorífica, mis sentimientos se revolvieron y solo pude preguntarme. ¿Cómo puede un lugar tan bello, estar marcado por la historia del odio puro?, imaginaba como en el pasado entraban los tanques de guerra y el edificio en llamas. Era hora de terminar con aquellos recuerdos y volver al presenteRecordé inmediatamente que no era momento para historias tristes.

A mis espaldas el congreso se imponía como paisaje, debo decir que odio ese lugar, pero no podía seguir exprimiendo odio ahí, tenia que admirar y sacar lo mejor de toda mi vista. Colombia es un país que necesita sacar lo mejor de todo lo que se ve y dejar de odiar. Entonces supe que era el lugar y el momento adecuado para cambiar la historia, mi historia y la historia de todo lo que me rodeaba.  

A mi lado estaba el, mi estomago se revolvía, mi cabeza volaba y mis de sentimientos no tenían descripción alguna. El era todo para mi y yo era todo para el. Nos amamos con una sonrisa, miramos a la cámara y fue en ese instante donde cambiamos la historia. Convertimos la  Plaza de Bolívar, la plaza macabra, de historias de terror y odio, en el lugar donde inicio una historia de amor. La primera de mi vida. Como una flor que nace en el desierto, agregamos la palabra amor a la historia del dolor.