Aún era muy temprano, el sol apenas se asomaba en el
horizonte indicando el inicio de un nuevo día para mí, los ligeros rayos de luz
comenzaba a iluminar la parada del tren donde me encontraba. Aun tardaba un
poco en arribar, sin embargo, el aire fresco que descendía de los cerros hacía
de mi espera un poco más confortable. Empezaba a ponerme impaciente, mi trabajo
exigía puntualidad y la demora del ferrocarril rozaba mis límites de tiempo. En
mi impaciencia comencé a observar a mi alrededor, cientos de caras conocidas
del día a día, parecía un gran reencuentro cada mañana en esta parada. En uno de esos ir y venir, mi
mirada se cruzó con la de ella. No sé si me había enamorado antes, pero lo que sentí
era completamente nuevo para mí.
Era extremadamente
bella, su piel blanca como la nieve despertaba en mí una paz con solo mirarla, era
una mujer alta, delgada y de pulcra elegancia. Su belleza captó la atención de
inmediato. Cruzamos miradas por tres segundos, tiempo suficiente para que ella
de modo insinuante me dedicara una sonrisa o al menos eso creí. Tenía claro que
no era el tipo más hermoso o vigoroso del mundo, pero aquella corta dedicación fue
suficiente para elevar mi auto convencimiento. Intenté acercarme a ella, pero
justo en ese momento, el tren viejo y corroído pasó frente a mí, separando mi
mirada de la de ella.
Al día siguiente, todo parecía una copia del día
anterior, de nuevo estaba en la parada,
a la misma hora, pero esta vez, más que esperar el tren, la esperaba a ella.
Los minutos pasaban y aun no podía reconocerla entre la multitud así que
desistí y subí al tren como lo hacía en la normalidad. Me sentía un poco
desconcertado, creo que mi motivación esa mañana era ella. Recosté mi cabeza
sobre el vidrio de la ventana y dormí
hasta la estación de destino. Al llegar, estaba tan profundo que no me di cuenta
que el recorrido había terminado. Era la última estación y los usurarios ya habían
bajado, sentí como una dulce vos susurraba a mi oído que habíamos llegado,
nunca la había escuchado, pero supe de inmediato que era ella.
Más hermosa que ayer,
no podría describirla con palabras, se había tomado la molestia de ir donde
estaba y despertarme, eso inmediatamente me hizo pensar que ella también me distinguía
y no era otro viajero más o al menos eso llegué a pensar. Recorrimos caminando
todo el lugar hasta la salida sin decir ni una sola palabra. Aunque cruzando un
par de miradas y sonrisas tímidas. Al llegar a la salida, ella me dió un beso
en la mejilla y se despidió con un efusivo: ¡Que tengas un buen día!
Trabajé durante todo
el día con agilidad y rapidez con el fin de obtener al final de la jornada un
tiempo libre considerable para poder fabricarle con mis propias manos un regalo, el regalo perfecto. Pasé gran parte de la noche en el taller fabricando aquella
especialidad para ella, algo que adornase con su belleza y la hiciera brillar,
algo con lo que ella me recuerde para siempre. En realidad no quiero que me
recuerde, quiero que sepa que desde que la vi no he parado de pensar en ella y
que creo que estoy enamorado por decirlo de forma simple.
A la mañana
siguiente, una torrencial lluvia inauguraba el día, sin embargo, yo tenía todo
preparado para verla, quería sorprenderla. Avancé por toda la plataforma en su búsqueda,
y la encontré por fin al final de ella con unos hermosos abrigos impermeables. Parecía
sacada de alguna revista de esas que ves en las tiendas exhibidas, esta tan
hermosa que dudé un poco en acercarme. Ella logro verme mientras yo me dirigía a
su encuentro, con una sonrisa nerviosa me saludo seguido de un beso en la
mejilla.
-Tengo algo para ti-
le dije, con voz temblorosa y con un poco de temor.
Me adelanté antes de que pudiera reaccionar verbalmente y
le entregue en sus manos un bello cofre de madera. Ella sin palabras se
apresuró a abrirlo. Su cara de asombro me aseguro que lo había logrado, había logrado
impresionarla y antes de que pudiera hablar le confesé todo eso que ustedes ya
saben. Ella con una expresión de asombro me dirigió su mirada mientras sacaba del cofre una pulsera pesada y ostentosa hecha en plata y
con la decoración más bella que pude haber fabricado antes, mi profesión me
había preparado para sorprender a la mujer de mi vida y espere mucho tiempo
para poder dar mi más preciado trabajo a quien realmente lo merecía.
-No puedo aceptar esto,
yo… - dijo con una expresión de vergüenza. Yo estoy comprometida.
Y fue en ese en ese
instante en que descubrí un sentimiento nuevo para mí. Fue ahí donde supe que
las ilusiones son solo eso, ilusiones.
No diré mucho más,
creo que ustedes saben cómo pudo haberse sentido, solo sé que nunca más me
volvió a suceder porque nunca encontré a alguien como ella.