La memoria
gran amiga,
enamorada de
la vida,
único lugar
en el ser humano,
donde el
tiempo se devuelve.
Aquella no
era una tarde cualquiera,
esa historia
estaba por comenzar,
y no habría
mejor recuerdo,
que mi
memoria pudiera guardar.
Aquel lugar
que con esfuerzo alcanzamos,
trepando y
volando libres,
donde dejamos
los apuros,
y fuimos
felices.
El sol se
apagaba,
la luz se
desvanecía,
y aun en la
oscura penumbra,
tu nombre
repetía.
La salinidad
del mar encontraba su lugar,
en la
perfección de tu piel,
de tus
piernas donde reposé,
y de tus
labios que besé.
Recuerdo escuchar
las olas del mar,
que rompían
contra aquella barrera de piedra,
salpicando finitas
gotas cual tormenta del caribe,
que resbalaban
en tu cuerpo perfecto e ilegible.
Único
momento e increíble
sentir cada
parte de tu cuerpo
aun con el
deseo en exceso
exaltaba y
excitaba en apogeo.
No podría
olvidar nunca tu sonrisa,
tus labios
temblorosos,
tus ojos
llorosos,
tu tristeza
descrita.
Aun logré
despejar un segundo,
detener el
tiempo en tus manos,
sonreír a tu
lado,
Y despejar
los sueños desalmados.
Fue en esa
tarde donde el sol nos dejó,
donde la
arena nos envolvió,
donde la
brisa nos empapó,
y donde mi
mente guardo lo que el viento nunca se llevó.
Fue en esa
tarde donde pude ser yo,
donde descanse
en tus piernas,
donde miré
tu s ojos,
donde pregunte
por ti,
y donde tu
preguntaste por mi.
Fue en esa
tarde donde fui feliz,
donde se
olvidaron las fronteras,
donde fuimos,
donde somos.
Aquella
tarde Dios nos dibujó,
fuimos parte
del paisaje,
de aquel
atardecer de sueño,
y aquel
abrazo inolvidable.
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