-Alguien ha
estado escondiéndose en mi estudio de nuevo,
¿verdad?- dijo John con tranquilidad mientras se acercaba lentamente
donde estaba Isabel.
-Yo solo…
-Tranquila,
no te preocupes- la interrumpió sentándose a su lado-. Sé que has estado
leyendo los viejos libros de historia familiar, pero debes saber que son solo
historias y no hay nada que temer, esta casa lleva novecientos años en pie, hay
mitos sobre cada rincón de la mansión pero no debes asustarte eso, es algo
irreal.
-Los he
visto- respondió preocupada, aun con la mirada fija en el mausoleo-.
-¿Qué has
visto?- replico John con nerviosismo-.
-En mis
sueños. Los he visto todas las noches, siempre salen de ese lugar.-Respondió
señalando la entrada al mausoleo-.
-Isabel,
mírame- siguió John con seriedad-. No es real. Tu mente se sugestiona cuando
lees esa clase de cosas. Mejor ven conmigo, el desayuno estará en la mesa muy
pronto.
John se
levantó rápidamente dándole la mano a Isabel ayudándola a ponerse de pie,
juntos caminaron por el Camino del Rey hacia la entrada de la mansión.
-Ve date una
ducha y regresa, en media hora estará listo el desayuno- le ordeno a Isabel.
Ella
asintió.
Rápidamente
subió las escaleras hasta el tercer piso, era un recorrido bastante largo. Al
llegar, caminó por el inmenso pasillo que separaba la escalera de la puerta de
su cuarto, un pasillo lúgubre y poco iluminado. Siempre sentía miedo al pasar
por ahí, pero no existía forma de evitarlo pues su cuarto se ubicaba en la
parte norte de la mansión, la que habría sido el tercer piso de la torre norte.
Originalmente construido y pensado para la hija mayor de “El Lobo”. Un
monumental espacio perfectamente conservado a través de los siglos y con muy
pocas modificaciones; tenía muchos objetos y muebles decorando el lugar y aun así
se veía majestuoso, las terminaciones eran perfectas dignas de una habitación
real, pero lo que más impactaba era la hermosa lámpara estilo araña de cristal,
solo se bastaba a sí misma para iluminar perfectamente la habitación
entera. En el día, las enormes
Puerta-Ventanas dejaban entrar el sol tornando la iluminación blanca gracias a
las cortinas de seda del reino. Las paredes estaban adornadas con pinturas
familiares, obras de más de 800 años de antigüedad reposaban en ellas, en
especial la de un enorme Grifo negro, la pintura era tan grande que abarcaba
todo muro y cambiaba de color con el paso de las horas.
Isabel entró
a su cuarto con prisa, mientras caminaba se iba quitando la ropa, dejándola esparcida por la habitación mientas se
dirigía al baño, su empleada tenia lista el agua caliente en la bañera, pues su
padre se lo había ordenado, se ubicó frente al espejo de cuerpo completo que
había en su baño y comenzó repasar cada parte de sus cuerpo con sus manos. Su
belleza era desmesurada; sus ojos eran verdes, sus cejas naturalmente
delineadas, sus labios eran rosados y su sonrisa era inmejorable. Su cuerpo
despedía perfección, una obra de arte viva. Su cabello rubio ondulado y
abundante le llegaba hasta el final de la espalda haciendo un contraste perfecto con su piel
blanca perfectamente cuidada. Sentía mucha curiosidad pues su cuerpo cambiaba
rápidamente y, a sus 16 años ya se daba cuenta de que pronto dejaría de ser una
niña y pronto se convertiría en una mujer.
Terminó de mirarse y se dirigió a la bañera,
el agua estaba tibia tal cual era su preferencia. Se recostó hasta dejar que el agua tapase sus
oídos con todo su cuerpo sumergido. Estaba relajada aunque en su mente
continuaba sintiendo temor, sentía que el agua inundaba cada parte de su cuerpo
hidratándose y la calidez le hacía sentir placer. La sensación de deleite se
hacía cada vez más intensa sin embargo comenzaba
a sentir comezón en la en sus piernas pero no lograba alterar su estado. El calor
del agua aumentaba gradualmente al punto
en que la comezón se convertía en ardor. Abrió sus ojos y se vio en vuelta en
llamas, todas las paredes se quemaban en
intenso fuego, mientas que el agua de su bañera comenzaba a hervir, su piel se
tornaba cada vez más roja y el dolor era inconcebible. Se levantó con
dificultad y comenzó a arrastrase entre las llamas tratando de llegar a la
puerta. El dolor era tan intenso que no
pudo sostenerse en pie, lentamente a
rastras se esforzaba por llegar la puerta mientras gritaba.
-¿Que paso señorita
Isabel?- pregunto su empleada preocupada mientras la ayudaba a recuperarse y a levantarse del suelo.
-¿Qué
sucedió?- preguntó la empleada alterada. Llamaré al señor John.
-¡NO!- grito
Isabel con nerviosismo. No te preocupes. No le digas esto a nadie,
¿entendiste?, ahora retírate, quiero estar sola.
-Está bien
señorita-respondió la empleada dando vuelta y dirigiéndose a la salida de la
habitación.
Isabel aun
en estado de conmoción buscó signos del incendio mientras trataba de contener
el miedo que la embargaba, pero no logro encontrar rastro alguno, las paredes
seguían intactas, blancas y perfectas como siempre. Se dirigió de nuevo al
vestidor, cambio sus prendas, y salió fugazmente de la habitación.
Regreso
nuevamente al primer piso de la mansión, recorrió el inmenso pasillo central y
abrió la gran puerta de cristal. El salón del comedor era el sitio frecuentado
por la familia tres veces al día, por lo tanto, era después de las habitaciones
el lugar más concurrido de la casa. Perfecto en todas sus dimensiones, fue
originalmente construido como salón de la visita real pero siempre se adecuo
para ser espacio del comedor, su decoración es la copia exacta del Castillo principal del Reino; acabados en
mármol inmejorables y pinturas antiguas generalmente retratos familiares
completos yacían en los muros. El techo era tan alto que las enormes lámparas se
veían pequeñas y solo eran notables cuando la tierra se movía.
-Por fin
llegas hija mía- dijo Amry impaciente mientras observaba las puntas de su larga
cabellera rubia. No podré nunca decir lo mismo de tus hermanos, tienen esa
horrible costumbre de dejarnos esperando.
-¿Donde esta
papá?- Preguntó ignorando el comentario de su madre.
-Está en la
cocina, últimamente le gusta pasar mucho tiempo supervisando a las
cocineras-Dijo con sarcasmo. De igual forma el desayuno estará servida en
breve, mi angel.
Con
tranquilidad se sentó en el lugar más cercano al de su padre mientras Amry la
miraba fijamente. Era una mujer rubia de cabello lacio como la seda, su rostro reflejaba los años vividos
aunque se conservaba perfectamente, era
una mujer hermosa y con aires de juventud a sus cincuenta años. Su mirada era
penetrante, apenas parpadeaba al ver
como su hija mayor se sentaba del otro extremo de la mesa. La mala
relación entre Isabel y su madre había existido siempre, Amry nunca había sido
una madre expresiva ni atenta. Desde el nacimiento de Isabel, no sintió afecto
hacia ella, simplemente no podía mirarla, era como si algo en su ser se hubiera
muerto al parir a aquella pequeña. Intento durante los años posteriores poder
adaptarse a la pequeña, poder ser una madre normal, pero se deprimía con cada intento.
En medio de la tensión entre Isabel y su madre,
se abrió de nuevo la puerta de cristal, se trataba de Lucas, un joven de 23
años, alto y muy desarrollado; su piel
era tan blanca como el papel y su cabello tan oscuro como los pasillos de la
mansión, una espesa barba le cubría el rostro haciéndole parecer mucho mayor, y
aun así se veía totalmente impecable. Sus ojos azules eran simplemente deslumbrantes.
Seguido de Lucas entraba su hermano mellizo Tomas, su físico era exactamente el
mismo exceptuando que Tomas era rubio. Susana era la siguiente, una pequeña de
trece años, rubia y de carita angelical se acercaba junto a sus hermanos al
comedor.
-Mis
pequeños, su padre está por llegar pueden sentarse- dijo Amry efusivamente
mientras se levantaba de su silla para recibirlos.
-Madre,
perdonarías nuestra tardanza, despertar a Tom es un trabajo arduo- dijo Lucas
burlándose de su hermano.
-No se
preocupen chicos, como ven, el desayuno aún no está en la mesa-dijo con suavidad.
Hoy es un día especial, la princesa del Reino, Lorena, aceptó nuestra
invitación a cenar en una semana, se encuentra muy interesada en conocerlos a
ustedes dos- dijo con entusiasmo, señalando a Tomas y a Lucas. Así que mis
príncipes, espero que puedan brindarle la mejor atención, es por su bien.
Lucas y Tomas
se miraron uno al otro con cara de sorpresa, no esperaban tal noticia.
-Madre,
basta con eso, te he dicho incontables veces que no me interesa esa mujer- se
precipitó Lucas con seguridad. No me interesa esa mujer.
-No te estoy
pidiendo consentimiento- dijo con serenidad mientras se levantaba de su silla y
caminaba alrededor de la mesa dirigiéndose hacia él. Vas a hacer lo que yo te
diga, nuestra familia ha estado presente en la realeza del Reino por más de
ochocientos años y eso no va a cambiar ahora.
-Además, mi
pequeño, debes corregir algunas conductas que no te hacen bien, sabes de lo que
te hablo verdad ¿Verdad?- le dijo a Tomas susurrándole al oído sin que sus
hermanos pudieran escuchar.
Tomas se
paralizo, sintió como se le ponía la piel de gallina. Su madre regreso a su
lugar sonriendo.
-Bien, ahora
que las dudas se han resuelto podemos comenzar a desayunar- dijo con una
sonrisa mirando a sus hijos.
-Listo
chicos, pueden comenzar a servir- pidió a los empleados mientras John entraba
al salón proveniente de la cocina.
-Buen día,
hijos- saludo John sonriendo.
Todos
contestaron el saludo.
-Te tardaste
mucho con la empleada en la cocina- dijo Amry mirando fijamente a su marido.
Hace más de veinte minutos que estoy
aquí sentada.
-Tengo cosas
que atender Amry-replico con severidad. Nadie más atiende a los empleados de
esta casa, debo responsabilizarme siempre por ellos.
-¿Responsabilizarte
tan temprano?-dijo.
-Ellos
trabajan desde temprano- respondió cortante
Isabel
estaba acostumbrada a las discusiones de sus padres en la mesa.
Comenzaron a
llevar los provocativos platos, grandes cantidades de pan y todo tipo de frutas
se posaban sobre la mesa, tocino, una especialidad de carne para el desayuno y
una oferta de dulce especial para la
hora. Todos se deleitaron con la exquisitez de la comida servida, Lucas y Tomas
hablan entre ellos mientras comían y sus padres seguían discutiendo, solo la
pequeña Susana y ella estaban en total silencio. Ambas cruzaron sus miradas,
Susana le sonría mientras llevaba un pedazo de pan a su boca, mientras que
Isabel solo podía escuchar el ruido producidos por todos a la vez, el chillido
de los cubiertos en fricción con los platos, el sonido delas copas, de la
comida crujiente, y de las discusiones de todos en la mesa. El sonido era
aturdidor y le provocaba ansiedad, trato de concentrarse y comer un poco, dio
una mira a su plato y probó un poco de
la carne especial, tenía un buen gusto, siguió con su mirada en el plato
mientras pensaba en lo delicioso que estaba. Volvió lentamente la vista hacia
la mesa, comenzó a sentir de nuevo todo el ruido, cada vez era más fuerte, la
aturdía en sobre manera.
Pareciese que nadie más sentía aquel molesto
ruido. Volvió nuevamente a cruzar mirada con su hermana, esta vez ella estaba
mirándola fijamente, de pronto su hermana esbozó una enorme sonrisa, no parecía
nada normal, su rostro se transformaba y aquella sonrisa se tornó en una expresión macabra, sangre comenzaba a
salir de sus ojos y de su boca mientras ella seguía sonriéndole. Gritó
fuertemente, pero ninguno de los presentes en la mesa se daba por enterado,
ellos seguían hablando entre si mientras ella presenciaba la horrible escena,
Susana seguía sonriendo con su rostro desfigurado y emitiendo sangre, manchando
el piso, mientras que Isabel aterrada no podía apartar la vista, no podía
moverse de su lugar, estaba petrificada, observó como de la comida comenzaban a
salir insectos, y roedores, pudo por fin levantarse de su asiento pero el entro
en shock, todos volvieron a verla gritando hasta que perdió el conocimeinto.